La Música
Ese día llegué tarde, sin intención de demorarme, abrió la puerta un hombre de pelo blanco, alto, de voz gruesa, que me hizo saber su molestia, pero yo tenía un viaje largo y eso me disculpó.
Al entrar en su taller, después de subir un par de escaleras, lo primero que pude ver, fueron a sus amigos gatunos, descansando como invitados de lujo, en las sillas del recibidor, el olor a madera dulce y barniz lo impregnaba todo.
En su clase de iniciación a la música, me contó de manera muy formal, acerca de la práctica. Mientras hablaba, todavía un poco tenso, un gato interrumpió el momento y se acercó curioso a saludar.
___No me molesta dejelo, ___dije enseguida, antes que se levantara a sacarlo.
___Él sonrió por primera vez.
A lo mejor mi simpatía por su compañero o la disposición a escucharlo, de alguna manera permitieron que la charla, continuara en un tono más personal y relajado.
Con un raro acento que delataba su origen, prosiguió: ___La música, no es la ejecución perfecta de un instrumento y aunque el intérprete sea muy bueno, si no tiene alma para tocar, no sonará nada bien y se persibira fría y vacía.
___continuó pero en un tono más suave, como si quisiera contarme un secreto.
___La música es el idioma de un mundo que no es para cualquiera, hay que tener una estrecha relación con ella y se conecta con los aspectos sutiles de la naturaleza. ___Hay que sentirla.
___finalizó apoyando, las puntas de los cinco dedos frente a su cuerpo.
Era agradable ver, cómo un hombre robusto y serio, se refería con un respeto místico a su amada música.
___Entonces me preguntó: ___¿Le gustaría escuchar alguna pieza musical? —-¿conoce alguna?.
___le respondí que si, ___¿puede ser Prelude de Bach?.
___Él asintió conforme con mi elección y comenzó a ejecutar la pieza, que me había llevado hasta su puerta, con la habilidad de un maestro.
Sentada frente a las cuerdas, observaba el ir y venir del arco, como en un trance. La cercanía con el chelo, hizo que todo mi esternón vibrara igual que una caja vacía y en ese momento supe, cómo el sonido aterciopelado, se fundía conmigo y me envolvía con ondas, que al parecer, se podían tocar.
Así se siente la música para mi, eso fue lo que aprendí con Dmitry.
Pero quiero contarles un poco de él. Tiene una historia que me gustaría compartir.
Al poco tiempo de llegar a BsAs, a la dura situación de dejar Moscú, se le suma la pérdida de su amado instrumento.
Entraron al departamento donde vivía en San Telmo y robaron su Violonchelo Stainer, de casi 200 años de antigüedad. Regalo que su padre le hizo antes de ingresar al conservatorio Tchaikovsky.
Desde su pérdida, nunca dejó de buscarlo ni de difundir por todos los medios posibles lo que había sucedido. Pero no tuvo respuestas. De todas formas, él cada tanto, le dedicaba un momento a esa búsqueda colmada de impotencia, aunque a medida que pasaba el tiempo, el ímpetu disminuía naturalmente.
Una mañana en ese rato de búsqueda, que no abandonó nunca, sentado frente a la computadora revisaba avisos de ventas de instrumentos. En eso sonó el teléfono, interrumpiendo la actividad se levantó. Mientras hablaba, vió subir a su gato Jaime al escritorio, que caminando por encima de todo, dejo ver en la pantalla la imagen de un chelo, que se ofrecía a la venta en una página de Internet. Al músico le bastó una mirada de lejos para reconocerlo. Lo había encontrado.
Pasaron siete meses, hasta que pudo recuperarlo y trece años de búsqueda e incertidumbre.
Fue gracias a las fotos de su pasaporte y a las veintisiete coincidencias entre el chelo encontrado y dichas fotos, las que hicieron que los peritos, se inclinaran hacia la versión del músico. Ya que la casa donde se vendía, afirmaba haberlo obtenido de buena ley.
Cuando lo tuvo en sus manos, se dio cuenta de que no había sido tocado nunca, las cuerdas eran las mismas, había estado guardado, esperando. Querían que su dueño lo olvide, pero no fue así.
Dicen que el instrumento de un músico, es como una extensión de su cuerpo, ellos suelen ponerles nombre propio y los une una relación tan estrecha, que si se eligen mutuamente, no será fácil separarlos.
El final de esta historia, tal vez tenga que ver, con el misterio del mundo de la música o con el azar mismo, no lo sé. Pero creo que es inspirador saber, que aunque las cosas, sean en apariencia improbables, haya factores que puedan cambiar los resultados, como el amor, la tenacidad, la perseverancia y la frustración transformada en esperanza.
Para lograr esta fórmula, Dmitry es la prueba, de que es posible.

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