El recuerdo de su casa

   

 Esta Noche es para un Cuento, les dejo...
     

El Recuerdo de su Casa


  Salimos de la Plaza de la Santísima Trinidad,  en una carroza antigua de caballo blanco. Marchando bajo las estrellas, recorríamos el barrio Getsemaní, en la ciudad amurallada, a los pies de la heroica Cartagena de Indias. 

  Avanzando a paso de hombre, la música y la algarabía se iban perdiendo a medida q nos alejábamos de la pequeña urbe. Sólo se escuchaba el golpe de los cascos sobre la calle y centenarios balcones, adornados de flores, hacían que el paseo pareciera un desfile, a la luz de los faroles de mercurio.
  
    Más adelante, el olor a madera húmeda, que emanaba de las viviendas coloniales, delataba la presencia del mar cercano. 
   Para ese entonces, el cochero, que también hacía de guía, fue disminuyendo la marcha y antes de salir al malecón de la bahía, señaló su casa.
   El aviso me dejó perpleja, mientras él daba una escueta explicación de la historia del lugar, algo pasó conmigo...De repente, un profundo silencio se apoderó de mí y todo empezó a transcurrir de manera más lenta, cómo una película. La invitación se percibía en el aire, mariposas amarillas me sobrevolaron y no pude hacer más,que dejarme llevar.
   
    En ese instante toque la puerta, el viejo manijon de bronce sonó dos veces antes que se abriera despacio, atravesé la sala vacía que enmarcaba un exuberante patio y detrás de la máquina de escribir junto a la mesa ratona, pude ver su sombra.
   Ahí estaba...sentado en un sillón de los años cincuenta, con un libro en la mano y un cigarro en la otra. Mientras, la radio sonaba de fondo con música alegre.
   Los ojos fijos en mí, asomados sobre el marco de los lentes, me obligaron a decir algo...
  ___Buenas noches señor Gabo ___titubeé.
Por esas casualidades de la vida, hoy pasé por su casa y no pude dejar de saludarlo.
Fué un placer para mí conocerlo, pero lo dejo pronto, la carroza dobló la esquina y no me espera.
Adiós...___

   Salí rápido sin perder tiempo en mirar detalles. Hasta el umbral me acompañó su mirada pícara y la sonrisa sincera.
   
   Una vez en la calle, tuve que correr para alcanzarla, la carroza había avanzado demasiado, las ruedas de madera sonaban crujientes, entorpecidas por las piedras romas. 
Al fin lo logré!.
Agitada miré atrás.,no había olvidado nada, todo era perfecto. Aún podía ver el color durazno del muro de la casa.
Miré el cielo y respiré hondo, queriendo sentir el mismo aire, la misma brisa y detener el tiempo, para que ese instante me quedara guardado siempre., y por un segundo ser él, viviendo en un mundo donde las cosas mundanas son poesía y “el pan sabe a rincón y las cerezas a besos”.


Así lo conocí y lo conozco, lo tengo conmigo a centímetros de la almohada., Tan presente y vivo como sus relatos. 
No creo que haya ido lejos, no él, que creía en fantasmas.   

  Geraldine 

Comentarios

  1. Todavía estoy sonriendo...porque Gabo es así, un querido familiar que nos acompaña siempre. Con sus palabras luminosas y su bondad escondida tras la ironía. Un fantasma de niebla perfumada a la vainilla...

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